Enero17

Mostrando entradas con la etiqueta comunicación. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta comunicación. Mostrar todas las entradas

domingo, 7 de julio de 2013

La vida del más allá.

Arthur Connan Doyle
LA VIDA DEL MÁS ALLÁ REVELADA
POR SU MORADORES.


   


Al establecer comunicación con las inteligencias del Más Allá que antes habitaron en cuerpos terrenales, el espiritista les pregunta con el natural interés cuál es su nueva condición y cuáles fueron los defectos de sus acciones en este mundo sobre su destino subsiguiente. Las contestaciones a esta última pregunta justifican en buena parte las creencias de la mayoría de las religiones y demuestran que el camino de la virtud es también el de la felicidad. Todas forman un sistema que aclara las vagas cosmogonías de los tiempos antiguos. Este sistema se halla expuesto en muchos libros, no escritos por escritores profesionales. Son obras debidas a los médiums llamados "escritores automáticos", los cuales reciben la inspiración del Más Allá, donde mora la inteligencia que dicta. Ahora bien, el espíritu transmisor no está, por lo general, dotado de sentido literario, ni del arte del narrador. Lo transmitido es, además, el resultado de un complicado proceso. Si pudiéramos imaginar un escritor terrenal que usara un teléfono de larga distancia en lugar de la pluma, tendríamos una idea aproximada de las dificultades con que tropieza el operador. Y, sin embargo, a despecho de tales deficiencias y entorpecimientos, la mayor parte de esos relatos son claros, dramáticos e interesantes. Y mal podrían dejar de ser interesantes cuando el camino que nos enseñan es el que un día hemos de recorrer todos.

De: "EL ESPIRITISMO" - Arthur Connan Doyle

*Albert B.B   

*En 1852, H. Beecher Stowe publicó la famosa novela "La cabaña del Tio Tom". Obra que denuncia la esclavitud humana, y cómo se puede superar algo tan inhumano gracias al amor cristiano y la fe. Él siempre aseguró no ser el autor, sino que le había sido "dictada".

miércoles, 17 de octubre de 2012

Cuando los espiritus se comunican


Una conversación que puede dar respuesta a las personas que sienten, miran o perciben cosas que no todos sentimos.,.. cuando las puertas de lo no fisico atraviezan y logramos escucharlos o percibirlos....Los invito a leer.
Fue entonces cuando el sonido chirriante correspondiente al frenazo de las ruedas de un auto, se dejó oír con brusquedad en el final de la madrugada de una noche tan inquietante como accidentada. Del coche subido en la acera, descendió un hombre de mediana edad y estatura que vestía traje. Este se acercó con rapidez a la figura tendida de Marcelo. y tras examinar la zona afectada del chico y medir su pulso, extrajo un teléfono de su chaqueta y marcó un número.

            - Buenas noches – saludó el desconocido. Soy el doctor Santos: tengo una urgencia en la calle Central. En cuanto puedan, envíen una ambulancia a la altura del número 220. Permanezco a la espera en el lugar de los hechos. Gracias.

            Aquel individuo que se identificó como médico se dirigió a su vehículo y sacó de su interior un maletín con utensilios sanitarios para atender en primera instancia al joven que permanecía inconsciente sobre el pavimento. En breve, dispuso un vendaje compresivo que detuvo la hemorragia que afectaba a Marcelo.

            - ¡Eh, chico! ¿Qué fue lo que te ocurrió? – preguntó el sujeto.

            João que estaba a escasa distancia del suceso, entendió que el doctor intentaba reanimar a su compañero, al pretender entablar conversación con el mismo, de modo que recuperara la conciencia.

            - Pero muchacho, ¿no me oíste? Te lo pregunto a ti. ¿Qué te sucedió en la cabeza? Menudo golpetazo, debió ser terrible. ¿No es así?

            Cuando nuestro protagonista comprobó que era a él a quien le hablaba el hombre, se quedó como paralizado tanto por el temor como por la sorpresa total que aquel fenómeno extraño le supuso. No podía entender cómo un ser de “carne” podía haberle reconocido allí en la oscuridad de la calle. Sin embargo, la larga sonrisa que le dirigió el médico le ayudó a tranquilizarse para lograr balbucear entre titubeos:

            - ¿Está usted hablando conmigo, señor?

            - Pues claro, chaval. No hay nadie más aquí que nos pueda escuchar ahora. No creerás que he perdido la razón ¿verdad? Simplemente te hablo  porque puedo verte y escucharte.

            - Pero, pero… ¿cómo es esto? El general Gonçalves no me comentó nada al respecto. ¿Será posible? – se dijo a sí mismo en voz baja el joven.

            - ¿El general? ¿Qué general? ¿A quién te refieres? Por cierto ¿cómo es tu nombre?

            - Me llamo João, señor. Y…bueno, me acordaba de un amigo al que conocí no hace mucho y que está muerto, quiero decir tan muerto como yo. ¡Uf, qué lío, lo siento, estoy muy nervioso!

            - Tranquilo, João. No te sorprendas. Me presentaré: soy el doctor Humberto Santos, a tu servicio. Trabajo en el departamento de urgencias del Hospital Central que está por esta zona. Estoy acostumbrado a tratar con seres como tú. Por supuesto que ya sé que no estás muerto. Tan solo te desprendiste de tu envoltura carnal. Entiendo tu situación. Te lo repito: puedes sincerarte conmigo y estar tranquilo. Para mí, tu dimensión es tan familiar como la mía. Nunca he vivido en uno solo de los planos sino en ambos, el físico y el espiritual. Eso me permite actuar en los dos frentes, como por ejemplo sobre este chico herido pero también sobre gente como tú. Pero, respóndeme ¿qué te pasó en la cabeza?

            - Ah, sí, doctor, disculpe por no haberme explicado. Al parecer, fui atropellado y el impacto debió ser tan terrible que al caer al suelo me golpeé y me hice esta herida. Creo que eso fue lo que causó mi muerte.

            - Pues sí, seguro. A ver, es muy profunda y está todavía abierta. Caramba, vaya choque que te diste con el asfalto – comentó el galeno mientras miraba con atención la testa de nuestro personaje.

            - La verdad es que yo no me enteré y continué haciendo lo que habitualmente realizaba. No sentí dolor ni me di cuenta de que me moría.

            - Ya, es muy frecuente – aseveró Humberto. En trances tan sorpresivos y violentos es muy típico que el sujeto no asuma su nueva situación hasta pasado un tiempo, o mucho, según las circunstancias. En tu caso ¿cómo tomaste conciencia de lo ocurrido?

            - Pues verá, señor, un militar se me apareció y me explicó mi “nueva” situación. Gracias a él, supe que había fallecido, quiero decir que seguía vivo, pero de una forma diferente.

            - Ah, sí. Ese personaje que mencionaste antes. ¿No es así?

            - Así es, señor. El general Gonçalves.

            - Ya, entiendo. Una cosa chico, va a llegar la ambulancia de un momento a otro para trasladar a este joven al hospital. ¿Le conoces?

            - Sí, por supuesto, se llama Marcelo. Unos desalmados le robaron y al escapar, uno de ellos le clavó su navaja en la pierna. Pero dígame, por favor, ¿se morirá? ¿Sobrevivirá? No podría soportar que terminara como yo.

            - Ah, tranquilo, saldrá de esta. Lo que ocurre es que ha perdido bastante sangre. Uf, huele mucho a alcohol. Debía estar bastante borracho. Oye, hablas de él con gran preocupación ¿sientes mucho afecto por él? ¿Era tu amigo en vida?

            - Ah, don Humberto, sería una larga historia de contar pero sí, era mi amigo y compañero de infancia y lo sigue siendo, por supuesto. El que yo esté en esta situación no puede destruir los lazos de amistad ¿no es cierto doctor?

            - Desde luego, João. Hay aspectos que ni siquiera la muerte física puede romper. Cálmate, tu amigo se recuperará; ahora tan solo necesita cerrar la herida, reposar y olvidar esta experiencia tan traumática. Podría haber sido peor si el tajo le hubiera alcanzado la arteria femoral. Con esta gente tan violenta nunca se sabe. ¡Dios mío, qué ciudad esta!

            - ¡Mire, señor! Allí viene la ambulancia.

Humberto habló unos segundos con la doctora Silvia, la cual mandaba el equipo sanitario que había acudido a evacuar a Marcelo. Le dio las novedades del caso y le indicó que ya se preocuparía por el estado del chico cuando retornara a su puesto de trabajo. Una vez introducido el herido en el vehículo, este giró en sentido contrario para dirigirse al hospital. Humberto y João quedaron a solas.

- Bueno, chaval, tengo que irme a descansar. Estaba de camino a casa. Mi turno de guardia acaba de terminar y lo mejor ahora es dormir. Ya ves que las urgencias no solo se producen en los hospitales; bien sea en la calle o en cualquier otro lugar, puedes toparte con este tipo de coyunturas difíciles que exigen una rápida respuesta.

- Pero señor – expuso el joven en tono de alarma, usted no me puede abandonar. Todo lo que ha sucedido hoy me ha llenado de confusión, me hallo desorientado, no sé dónde ir ni qué hacer. Necesito tantas explicaciones, tantos buenos consejos. Le suplico que me ayude, por favor.

- Chico, tengo por costumbre no recibir a espíritus en mi casa. Mi domicilio debe permanecer al margen de ciertas interferencias. Es por respeto a mi mujer y mis hijos. ¿Lo comprendes? Es tan solo una medida de prevención. De todas formas y atendiendo a tus necesidades, aprovecharemos el viaje de regreso hasta mi hogar para charlar. Eso sí, en cuanto lleguemos allí no podrás entrar ni aunque lo intentes. La casa está “protegida”.

- Lo sé, don Humberto. Una vez quise penetrar en un lugar como el suyo y no pude. ¿Fue por la misma razón?

- Sí, claro, probablemente. Existen barreras que ciertos espíritus no pueden traspasar. Es de lógica, su presencia perturbaría a los moradores que habitan dentro.

- Entiendo señor. Entonces ¿puedo subir en el auto con usted?

- Tienes mi permiso. Recuerda, tan solo te atenderé durante el desplazamiento.

- De acuerdo, doctor, no sabe lo que se lo agradezco.

Una vez acomodados los dos seres en el interior del vehículo, este arrancó y se puso en marcha a ritmo tranquilo. El joven no pudo resistir la tentación de realizarle una pregunta al médico.

- Perdóneme si le resulto un entrometido pero desde el momento en que le conocí, he deseado plantearle una cuestión.

- Adelante, muchacho.

- ¿Cómo es posible que usted pueda comunicarse conmigo, verme o escucharme? Todas  las personas con las que me he cruzado hasta ahora del plano físico me ignoraban por ese motivo. No sabe lo que he sufrido por mi forzado aislamiento.

- Te comprendo perfectamente. La incomunicación y por tanto, la soledad, son causas que generan tristeza, da igual la dimensión en la que te muevas. Contestando al asunto que planteas, desde pequeño tengo esa cualidad. Era un niño con apenas uso de razón cuando ya podía contemplar a gente como tú y charlar con ellos.

- Pero eso debe ser maravilloso – interrumpió João, poder contactar con las dos “caras” de la realidad. Supongo que el poseer esa virtud debe aportarle una gran ventaja sobre los demás.

- Perdóname João, pero creo que desconoces en buena parte la esencia de lo que estás comentando. ¿Ventaja? ¿Virtud? Mira chico, esto, como sucede con otros aspectos de la vida no es bueno o malo en sí mismo sino que depende del uso que se haga. Ser un “medianero” como me ocurre a mí, implica una gran carga de responsabilidad. Te diré algo aunque te asombres. Conozco a compañeros que han desarrollado esa misma facultad y sin embargo, la maldicen.

- ¿Y cómo es eso?

- Muy sencillo: por lo que te acabo de decir. No todos están preparados en la existencia para asumir determinado tipo de compromisos. Ni te imaginas la ingente labor que supone atender a tantos y tantos espíritus que tan pronto como comprenden que puedes verlos o entenderlos, te inundan con peticiones para que les ayudes, la mayoría de ellas irracionales o que no se pueden cumplir. Ignoran tu trabajo, tu familia, tu tiempo libre, incluso tu intimidad. Después de todo, hay que ponerse en sus puntos de vista pero te lo reitero, la gran cantidad de amparo que precisan puede que supere tu paciencia para tratarlos. No es fácil, te lo aseguro, requiere perfeccionar una gran disciplina interior para dar a cada cuestión su tiempo y su lugar. De no ser así, uno estaría en grave riesgo de enloquecer. No hay que ir muy lejos, amigo, tu caso es un perfecto ejemplo de ello.

- Sí, sí, es cierto, me hago cargo. Pero don Humberto, si usted no hubiera hablado conmigo yo ni siquiera me hubiera dado cuenta de ello.

- Ah, ya. No te preocupes. Estoy habituado a estos escenarios, forman parte de mi vida cotidiana desde hace muchos años. Es parte de mi misión. He aprendido a consolidar mi temple y a distribuir convenientemente mi tiempo de “trabajo”.

- ¿Misión, señor?

- Claro, todos tenemos un mismo objetivo en la vida: progresar y progresar, aunque bien es cierto que existen múltiples caminos que te conducen a esa evolución.

- ¿Progresar? Caramba, entonces ese trayecto se interrumpió bruscamente en mi existencia, porque morir tan joven te quita las ganas de vivir y te sume en la mayor de las depresiones.

- Ah ¿hablas de tu situación? No te confundas muchacho ¿acaso no sigues viviendo, es decir, pensando y sintiendo como antes?

- Si esto es vivir, doctor, entonces prefiero no existir ni sentir.

- Venga, João, no seas tan pesimista y catastrófico. No puedes analizar estas cuestiones desde el estómago de tus emociones. Queramos o no, la existencia prosigue en todas sus líneas y tú no puedes impedirla o cortarla porque está sometida a las leyes divinas.

- Pues, con todos los respetos, señor, esas disposiciones a mí me han fastidiado. Por un lado, me han impedido seguir estudiando y disfrutar de los mejores años de mi juventud. Por otro, me han separado de mis dos mayores tesoros: Zilda, mi madre y mi querida Elisa, por la que suspiraba.

- Sí, debe ser duro para ti. Entiendo lo de tu mamá pero no acabo de descifrar bien tu obsesión por esa chica. Has de tener en cuenta un aspecto: para que una relación funcione, debe haber mutuo amor entre las partes. ¿No crees?

- Sí, claro, por supuesto…pero…un momento ¿cómo sabe usted algo sobre Elisa o nuestra relación? ¿Acaso la conoce, la ha visto, ha podido hablar con ella?

- Ah, no. No la conozco de nada. Pero se me olvidaba. Te presento al hermano José, honorable doctor en su último paso por este planeta, eminencia médica y tutor mío. Me acompaña desde mi más tierna infancia. Es el mejor amigo que tengo y mantengo con él unos lazos afectivos difíciles de explicar. Por resumirlo: sin él, sin su presencia y sus enseñanzas, mi vida no tendría sentido.

- Oiga, un momento, no pretendo desmentir su afirmación pero es que  no veo a nadie por ninguna parte – exclamó el joven entre sorprendido y asustado.

- Ah, sí, qué descuido por mi parte. Viaja en el asiento de atrás. Normalmente se sitúa a mi derecha pero esta vez ha tenido la gentileza de cederte el sitio para que hablaras conmigo con mayor comodidad. Discúlpame, pero no puedes verle porque no te hallas preparado aún, tus órganos no están todavía dispuestos para distinguir a un ser tan luminoso…

- ¡Ay, Dios mío! Algo me ha rozado la cabeza – gritó João con inquietud.

- ¡Venga chico, no te alarmes! – proclamó Humberto, tan solo te ha acariciado para darte la bienvenida amistosamente.

- Uf, qué alivio, señor. Ya entiendo, este ser es el que le ha dicho antes algo sobre Elisa.

- Muy bien, chaval, compruebo que te das cuenta de las cosas con prontitud.

- Y el hermano José ¿puede saber tanto sobre mí?

- Ja, ja, ja…has estado gracioso, amigo. La verdad es que resultas transparente para él porque tus pensamientos se proyectan como si fueran imágenes en una pantalla y él puede verlas. Es solo eso.

- Caramba, pero eso no está muy bien que digamos…es como si no pudiera guardar mis secretos a salvo, como permanecer desnudo...

- Sí, desde luego, pero no debes  intranquilizarte. La altura moral de José es tan evidente que nunca haría un uso perverso de toda la información a la que puede acceder. Siempre la emplea con vistas al bien, para auxiliar, nunca para entorpecer o sacar beneficio propio.

- ¿Tan bueno es ese hombre?

- Sin duda; para que lo entiendas, cumple las funciones de maestro espiritual. No creas que todos los espíritus pueden ejercer tan alta labor en tu dimensión. Hacen falta muchos méritos, un gran caudal de conocimientos y un nivel ético muy por encima de la media correspondiente a este mundo en el que nos desenvolvemos.

- Pero ¿cómo puede él desempeñar su labor en lo físico si pertenece a mi mismo plano?

- Claro que sí. Todos podemos trabajar nos hallemos donde nos hallemos. Él por supuesto lo hace en su dimensión y me utiliza a mí como instrumento para operar en el mundo material.

- Creo que empiezo a situarme en su perspectiva, don Humberto. Hace unos segundos no lograba distinguir su enorme responsabilidad en el día a día. Usted debe atender a su familia, a sus asuntos en el hospital, a sus pacientes y por si fuera poco, a todos los espíritus con los que contacta.

- Pues sí, João. Reconozco que no es labor fácil. Pero hace ya bastante tiempo que definí mi propósito en esta existencia. No te niego que a veces resulta agotador pero tengo una perfecta conciencia de que mi doctorado no se limita tan solo a las paredes que encierran la estructura del hospital o del quirófano, sino también a otros aspectos más amplios como es el caso de todos los espíritus desorientados que precisan de asistencia.


…continuará…

La comunicación Mediums y Espiritus.. Algo que debemos saber

Tomado de: LIBRO DE LOS MEDIUMS - ALLAN KARDEC

4. ¿Por qué motivos puede rehusarse a un Espíritu el permiso de comunicarse?
Esto puede ser una prueba o un castigo para él o para quien lo llama.

5. ¿Estando los Espíritus diseminados por todo el espacio o en los diferentes mundos, cómo pueden oír las evocaciones que se les hacen de todos los puntos del Universo?

Muy a menudo son avisados por los Espíritus familiares que os rodean y van a buscarles; pero en esto hay un fenómeno que es difícil de explicaros, porque vosotros no podéis aún comprender el modo de transmisión del pensamiento entre los Espíritus. Lo que puedo deciros es que el Espíritu que vosotros evocáis, por lejos que esté, recibe, por decirlo así, el choque del pensamiento como una especie de conmoción eléctrica que llama su atención a la parte de donde viene el pensamiento que se le dirige. Se puede decir que oye el pensamiento, así como vosotros oís la voz en la Tierra.

¿El fluido universal es el vehículo del pensamiento, así como el aire lo es del sonido?

Sí, con la diferencia de que el sonido no puede hacerse oír sino en un radio muy limitado, mientras que el pensamiento alcanza el Infinito. El Espíritu, en el espacio, es como el viajero en medio de un vasto campo que, oyendo de repente pronunciar su nombre, se vuelve del lado que le llaman.

6. Sabemos que las distancias son poca cosa para los Espíritus; sin embargo, causa admiración el verles responder algunas veces tan pronto como si estuviesen esperando que se les llame.Es que, en efecto, están dispuestos algunas veces. Si la evocación es premeditada, el Espíritu está avisado anticipadamente y se encuentra allí a menudo antes de llamarle..

7. El pensamiento del evocador, según las circunstancias, ¿puede ser oído con más o menos facilidad?

Sin duda ninguna; el Espíritu que es llamado por un sentimiento simpático y benévolo se conmueve con más viveza; es como una voz amiga que reconoce; sin esto sucede a menudo que la evocación no llega. El pensamiento que brota de la evocación impresiona al Espíritu; si es mal dirigido se pierde en el vacío. Lo mismo sucede con los Espíritus que con los hombres; si el que les llama les es indiferente o antipático, pueden oírle, pero muchas veces no le escuchan.

8. ¿El Espíritu evocado viene voluntariamente o se ve obligado?
Obedece a la voluntad de Dios, es decir, a la ley general que rige el Universo; y, sin embargo, obligado no es la palabra, porque él juzga si es útil venir; aquí está también el libre albedrío. El Espíritu superior viene siempre cuando es llamado con un fin útil; no se resiste a responder sino en los centros de gentes poco formales y que tratan las cosas como diversión.