Enero17

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miércoles, 23 de noviembre de 2016

¿Qué es un medium y qué son los espíritus?


Habrás visto como Yo en la televisión a supuestos medium que tienen "Talk Show"  (programas con público), donde de la nada empiezan a entrar en contacto con espiritus que se relacionan con personas asistentes al show. ¿Es esto verdad? 

¿Veo o Escucho Fantasmas, Espíritus, Almas? , ¿Que soy?, ¿Medium?
¿Qué es un Médium?

Para no ir por la vida hablando sin saber, este articulo te aclara los conceptos bajo la linea espirita de estudios de lo sobrenatural. Despúes de leer esto te quedará clara la idea de qué es un medium, qué son los espíritus y obviamente identificaras a la gente que miente en este tipo de temas.


domingo, 7 de julio de 2013

La vida del más allá.

Arthur Connan Doyle
LA VIDA DEL MÁS ALLÁ REVELADA
POR SU MORADORES.


   


Al establecer comunicación con las inteligencias del Más Allá que antes habitaron en cuerpos terrenales, el espiritista les pregunta con el natural interés cuál es su nueva condición y cuáles fueron los defectos de sus acciones en este mundo sobre su destino subsiguiente. Las contestaciones a esta última pregunta justifican en buena parte las creencias de la mayoría de las religiones y demuestran que el camino de la virtud es también el de la felicidad. Todas forman un sistema que aclara las vagas cosmogonías de los tiempos antiguos. Este sistema se halla expuesto en muchos libros, no escritos por escritores profesionales. Son obras debidas a los médiums llamados "escritores automáticos", los cuales reciben la inspiración del Más Allá, donde mora la inteligencia que dicta. Ahora bien, el espíritu transmisor no está, por lo general, dotado de sentido literario, ni del arte del narrador. Lo transmitido es, además, el resultado de un complicado proceso. Si pudiéramos imaginar un escritor terrenal que usara un teléfono de larga distancia en lugar de la pluma, tendríamos una idea aproximada de las dificultades con que tropieza el operador. Y, sin embargo, a despecho de tales deficiencias y entorpecimientos, la mayor parte de esos relatos son claros, dramáticos e interesantes. Y mal podrían dejar de ser interesantes cuando el camino que nos enseñan es el que un día hemos de recorrer todos.

De: "EL ESPIRITISMO" - Arthur Connan Doyle

*Albert B.B   

*En 1852, H. Beecher Stowe publicó la famosa novela "La cabaña del Tio Tom". Obra que denuncia la esclavitud humana, y cómo se puede superar algo tan inhumano gracias al amor cristiano y la fe. Él siempre aseguró no ser el autor, sino que le había sido "dictada".

miércoles, 17 de octubre de 2012

Cuando los espiritus se comunican


Una conversación que puede dar respuesta a las personas que sienten, miran o perciben cosas que no todos sentimos.,.. cuando las puertas de lo no fisico atraviezan y logramos escucharlos o percibirlos....Los invito a leer.
Fue entonces cuando el sonido chirriante correspondiente al frenazo de las ruedas de un auto, se dejó oír con brusquedad en el final de la madrugada de una noche tan inquietante como accidentada. Del coche subido en la acera, descendió un hombre de mediana edad y estatura que vestía traje. Este se acercó con rapidez a la figura tendida de Marcelo. y tras examinar la zona afectada del chico y medir su pulso, extrajo un teléfono de su chaqueta y marcó un número.

            - Buenas noches – saludó el desconocido. Soy el doctor Santos: tengo una urgencia en la calle Central. En cuanto puedan, envíen una ambulancia a la altura del número 220. Permanezco a la espera en el lugar de los hechos. Gracias.

            Aquel individuo que se identificó como médico se dirigió a su vehículo y sacó de su interior un maletín con utensilios sanitarios para atender en primera instancia al joven que permanecía inconsciente sobre el pavimento. En breve, dispuso un vendaje compresivo que detuvo la hemorragia que afectaba a Marcelo.

            - ¡Eh, chico! ¿Qué fue lo que te ocurrió? – preguntó el sujeto.

            João que estaba a escasa distancia del suceso, entendió que el doctor intentaba reanimar a su compañero, al pretender entablar conversación con el mismo, de modo que recuperara la conciencia.

            - Pero muchacho, ¿no me oíste? Te lo pregunto a ti. ¿Qué te sucedió en la cabeza? Menudo golpetazo, debió ser terrible. ¿No es así?

            Cuando nuestro protagonista comprobó que era a él a quien le hablaba el hombre, se quedó como paralizado tanto por el temor como por la sorpresa total que aquel fenómeno extraño le supuso. No podía entender cómo un ser de “carne” podía haberle reconocido allí en la oscuridad de la calle. Sin embargo, la larga sonrisa que le dirigió el médico le ayudó a tranquilizarse para lograr balbucear entre titubeos:

            - ¿Está usted hablando conmigo, señor?

            - Pues claro, chaval. No hay nadie más aquí que nos pueda escuchar ahora. No creerás que he perdido la razón ¿verdad? Simplemente te hablo  porque puedo verte y escucharte.

            - Pero, pero… ¿cómo es esto? El general Gonçalves no me comentó nada al respecto. ¿Será posible? – se dijo a sí mismo en voz baja el joven.

            - ¿El general? ¿Qué general? ¿A quién te refieres? Por cierto ¿cómo es tu nombre?

            - Me llamo João, señor. Y…bueno, me acordaba de un amigo al que conocí no hace mucho y que está muerto, quiero decir tan muerto como yo. ¡Uf, qué lío, lo siento, estoy muy nervioso!

            - Tranquilo, João. No te sorprendas. Me presentaré: soy el doctor Humberto Santos, a tu servicio. Trabajo en el departamento de urgencias del Hospital Central que está por esta zona. Estoy acostumbrado a tratar con seres como tú. Por supuesto que ya sé que no estás muerto. Tan solo te desprendiste de tu envoltura carnal. Entiendo tu situación. Te lo repito: puedes sincerarte conmigo y estar tranquilo. Para mí, tu dimensión es tan familiar como la mía. Nunca he vivido en uno solo de los planos sino en ambos, el físico y el espiritual. Eso me permite actuar en los dos frentes, como por ejemplo sobre este chico herido pero también sobre gente como tú. Pero, respóndeme ¿qué te pasó en la cabeza?

            - Ah, sí, doctor, disculpe por no haberme explicado. Al parecer, fui atropellado y el impacto debió ser tan terrible que al caer al suelo me golpeé y me hice esta herida. Creo que eso fue lo que causó mi muerte.

            - Pues sí, seguro. A ver, es muy profunda y está todavía abierta. Caramba, vaya choque que te diste con el asfalto – comentó el galeno mientras miraba con atención la testa de nuestro personaje.

            - La verdad es que yo no me enteré y continué haciendo lo que habitualmente realizaba. No sentí dolor ni me di cuenta de que me moría.

            - Ya, es muy frecuente – aseveró Humberto. En trances tan sorpresivos y violentos es muy típico que el sujeto no asuma su nueva situación hasta pasado un tiempo, o mucho, según las circunstancias. En tu caso ¿cómo tomaste conciencia de lo ocurrido?

            - Pues verá, señor, un militar se me apareció y me explicó mi “nueva” situación. Gracias a él, supe que había fallecido, quiero decir que seguía vivo, pero de una forma diferente.

            - Ah, sí. Ese personaje que mencionaste antes. ¿No es así?

            - Así es, señor. El general Gonçalves.

            - Ya, entiendo. Una cosa chico, va a llegar la ambulancia de un momento a otro para trasladar a este joven al hospital. ¿Le conoces?

            - Sí, por supuesto, se llama Marcelo. Unos desalmados le robaron y al escapar, uno de ellos le clavó su navaja en la pierna. Pero dígame, por favor, ¿se morirá? ¿Sobrevivirá? No podría soportar que terminara como yo.

            - Ah, tranquilo, saldrá de esta. Lo que ocurre es que ha perdido bastante sangre. Uf, huele mucho a alcohol. Debía estar bastante borracho. Oye, hablas de él con gran preocupación ¿sientes mucho afecto por él? ¿Era tu amigo en vida?

            - Ah, don Humberto, sería una larga historia de contar pero sí, era mi amigo y compañero de infancia y lo sigue siendo, por supuesto. El que yo esté en esta situación no puede destruir los lazos de amistad ¿no es cierto doctor?

            - Desde luego, João. Hay aspectos que ni siquiera la muerte física puede romper. Cálmate, tu amigo se recuperará; ahora tan solo necesita cerrar la herida, reposar y olvidar esta experiencia tan traumática. Podría haber sido peor si el tajo le hubiera alcanzado la arteria femoral. Con esta gente tan violenta nunca se sabe. ¡Dios mío, qué ciudad esta!

            - ¡Mire, señor! Allí viene la ambulancia.

Humberto habló unos segundos con la doctora Silvia, la cual mandaba el equipo sanitario que había acudido a evacuar a Marcelo. Le dio las novedades del caso y le indicó que ya se preocuparía por el estado del chico cuando retornara a su puesto de trabajo. Una vez introducido el herido en el vehículo, este giró en sentido contrario para dirigirse al hospital. Humberto y João quedaron a solas.

- Bueno, chaval, tengo que irme a descansar. Estaba de camino a casa. Mi turno de guardia acaba de terminar y lo mejor ahora es dormir. Ya ves que las urgencias no solo se producen en los hospitales; bien sea en la calle o en cualquier otro lugar, puedes toparte con este tipo de coyunturas difíciles que exigen una rápida respuesta.

- Pero señor – expuso el joven en tono de alarma, usted no me puede abandonar. Todo lo que ha sucedido hoy me ha llenado de confusión, me hallo desorientado, no sé dónde ir ni qué hacer. Necesito tantas explicaciones, tantos buenos consejos. Le suplico que me ayude, por favor.

- Chico, tengo por costumbre no recibir a espíritus en mi casa. Mi domicilio debe permanecer al margen de ciertas interferencias. Es por respeto a mi mujer y mis hijos. ¿Lo comprendes? Es tan solo una medida de prevención. De todas formas y atendiendo a tus necesidades, aprovecharemos el viaje de regreso hasta mi hogar para charlar. Eso sí, en cuanto lleguemos allí no podrás entrar ni aunque lo intentes. La casa está “protegida”.

- Lo sé, don Humberto. Una vez quise penetrar en un lugar como el suyo y no pude. ¿Fue por la misma razón?

- Sí, claro, probablemente. Existen barreras que ciertos espíritus no pueden traspasar. Es de lógica, su presencia perturbaría a los moradores que habitan dentro.

- Entiendo señor. Entonces ¿puedo subir en el auto con usted?

- Tienes mi permiso. Recuerda, tan solo te atenderé durante el desplazamiento.

- De acuerdo, doctor, no sabe lo que se lo agradezco.

Una vez acomodados los dos seres en el interior del vehículo, este arrancó y se puso en marcha a ritmo tranquilo. El joven no pudo resistir la tentación de realizarle una pregunta al médico.

- Perdóneme si le resulto un entrometido pero desde el momento en que le conocí, he deseado plantearle una cuestión.

- Adelante, muchacho.

- ¿Cómo es posible que usted pueda comunicarse conmigo, verme o escucharme? Todas  las personas con las que me he cruzado hasta ahora del plano físico me ignoraban por ese motivo. No sabe lo que he sufrido por mi forzado aislamiento.

- Te comprendo perfectamente. La incomunicación y por tanto, la soledad, son causas que generan tristeza, da igual la dimensión en la que te muevas. Contestando al asunto que planteas, desde pequeño tengo esa cualidad. Era un niño con apenas uso de razón cuando ya podía contemplar a gente como tú y charlar con ellos.

- Pero eso debe ser maravilloso – interrumpió João, poder contactar con las dos “caras” de la realidad. Supongo que el poseer esa virtud debe aportarle una gran ventaja sobre los demás.

- Perdóname João, pero creo que desconoces en buena parte la esencia de lo que estás comentando. ¿Ventaja? ¿Virtud? Mira chico, esto, como sucede con otros aspectos de la vida no es bueno o malo en sí mismo sino que depende del uso que se haga. Ser un “medianero” como me ocurre a mí, implica una gran carga de responsabilidad. Te diré algo aunque te asombres. Conozco a compañeros que han desarrollado esa misma facultad y sin embargo, la maldicen.

- ¿Y cómo es eso?

- Muy sencillo: por lo que te acabo de decir. No todos están preparados en la existencia para asumir determinado tipo de compromisos. Ni te imaginas la ingente labor que supone atender a tantos y tantos espíritus que tan pronto como comprenden que puedes verlos o entenderlos, te inundan con peticiones para que les ayudes, la mayoría de ellas irracionales o que no se pueden cumplir. Ignoran tu trabajo, tu familia, tu tiempo libre, incluso tu intimidad. Después de todo, hay que ponerse en sus puntos de vista pero te lo reitero, la gran cantidad de amparo que precisan puede que supere tu paciencia para tratarlos. No es fácil, te lo aseguro, requiere perfeccionar una gran disciplina interior para dar a cada cuestión su tiempo y su lugar. De no ser así, uno estaría en grave riesgo de enloquecer. No hay que ir muy lejos, amigo, tu caso es un perfecto ejemplo de ello.

- Sí, sí, es cierto, me hago cargo. Pero don Humberto, si usted no hubiera hablado conmigo yo ni siquiera me hubiera dado cuenta de ello.

- Ah, ya. No te preocupes. Estoy habituado a estos escenarios, forman parte de mi vida cotidiana desde hace muchos años. Es parte de mi misión. He aprendido a consolidar mi temple y a distribuir convenientemente mi tiempo de “trabajo”.

- ¿Misión, señor?

- Claro, todos tenemos un mismo objetivo en la vida: progresar y progresar, aunque bien es cierto que existen múltiples caminos que te conducen a esa evolución.

- ¿Progresar? Caramba, entonces ese trayecto se interrumpió bruscamente en mi existencia, porque morir tan joven te quita las ganas de vivir y te sume en la mayor de las depresiones.

- Ah ¿hablas de tu situación? No te confundas muchacho ¿acaso no sigues viviendo, es decir, pensando y sintiendo como antes?

- Si esto es vivir, doctor, entonces prefiero no existir ni sentir.

- Venga, João, no seas tan pesimista y catastrófico. No puedes analizar estas cuestiones desde el estómago de tus emociones. Queramos o no, la existencia prosigue en todas sus líneas y tú no puedes impedirla o cortarla porque está sometida a las leyes divinas.

- Pues, con todos los respetos, señor, esas disposiciones a mí me han fastidiado. Por un lado, me han impedido seguir estudiando y disfrutar de los mejores años de mi juventud. Por otro, me han separado de mis dos mayores tesoros: Zilda, mi madre y mi querida Elisa, por la que suspiraba.

- Sí, debe ser duro para ti. Entiendo lo de tu mamá pero no acabo de descifrar bien tu obsesión por esa chica. Has de tener en cuenta un aspecto: para que una relación funcione, debe haber mutuo amor entre las partes. ¿No crees?

- Sí, claro, por supuesto…pero…un momento ¿cómo sabe usted algo sobre Elisa o nuestra relación? ¿Acaso la conoce, la ha visto, ha podido hablar con ella?

- Ah, no. No la conozco de nada. Pero se me olvidaba. Te presento al hermano José, honorable doctor en su último paso por este planeta, eminencia médica y tutor mío. Me acompaña desde mi más tierna infancia. Es el mejor amigo que tengo y mantengo con él unos lazos afectivos difíciles de explicar. Por resumirlo: sin él, sin su presencia y sus enseñanzas, mi vida no tendría sentido.

- Oiga, un momento, no pretendo desmentir su afirmación pero es que  no veo a nadie por ninguna parte – exclamó el joven entre sorprendido y asustado.

- Ah, sí, qué descuido por mi parte. Viaja en el asiento de atrás. Normalmente se sitúa a mi derecha pero esta vez ha tenido la gentileza de cederte el sitio para que hablaras conmigo con mayor comodidad. Discúlpame, pero no puedes verle porque no te hallas preparado aún, tus órganos no están todavía dispuestos para distinguir a un ser tan luminoso…

- ¡Ay, Dios mío! Algo me ha rozado la cabeza – gritó João con inquietud.

- ¡Venga chico, no te alarmes! – proclamó Humberto, tan solo te ha acariciado para darte la bienvenida amistosamente.

- Uf, qué alivio, señor. Ya entiendo, este ser es el que le ha dicho antes algo sobre Elisa.

- Muy bien, chaval, compruebo que te das cuenta de las cosas con prontitud.

- Y el hermano José ¿puede saber tanto sobre mí?

- Ja, ja, ja…has estado gracioso, amigo. La verdad es que resultas transparente para él porque tus pensamientos se proyectan como si fueran imágenes en una pantalla y él puede verlas. Es solo eso.

- Caramba, pero eso no está muy bien que digamos…es como si no pudiera guardar mis secretos a salvo, como permanecer desnudo...

- Sí, desde luego, pero no debes  intranquilizarte. La altura moral de José es tan evidente que nunca haría un uso perverso de toda la información a la que puede acceder. Siempre la emplea con vistas al bien, para auxiliar, nunca para entorpecer o sacar beneficio propio.

- ¿Tan bueno es ese hombre?

- Sin duda; para que lo entiendas, cumple las funciones de maestro espiritual. No creas que todos los espíritus pueden ejercer tan alta labor en tu dimensión. Hacen falta muchos méritos, un gran caudal de conocimientos y un nivel ético muy por encima de la media correspondiente a este mundo en el que nos desenvolvemos.

- Pero ¿cómo puede él desempeñar su labor en lo físico si pertenece a mi mismo plano?

- Claro que sí. Todos podemos trabajar nos hallemos donde nos hallemos. Él por supuesto lo hace en su dimensión y me utiliza a mí como instrumento para operar en el mundo material.

- Creo que empiezo a situarme en su perspectiva, don Humberto. Hace unos segundos no lograba distinguir su enorme responsabilidad en el día a día. Usted debe atender a su familia, a sus asuntos en el hospital, a sus pacientes y por si fuera poco, a todos los espíritus con los que contacta.

- Pues sí, João. Reconozco que no es labor fácil. Pero hace ya bastante tiempo que definí mi propósito en esta existencia. No te niego que a veces resulta agotador pero tengo una perfecta conciencia de que mi doctorado no se limita tan solo a las paredes que encierran la estructura del hospital o del quirófano, sino también a otros aspectos más amplios como es el caso de todos los espíritus desorientados que precisan de asistencia.


…continuará…

jueves, 11 de octubre de 2012

Emocionante historia de un marino

EMOCIONANTE HISTORIA DE UN MARINO

—Buenas noches en el nombre de Dios. Sabéis, hermanos, que cuando os reunís con los elevados propósitos que lo hacéis vienen a oíros y oírnos infinidad de seres del espacio que están sedientos de conocer y estudiar las inspiradas palabras que Dios pone en boca de sus hijos. Ese es el caso de esta noche.

Entre los muchos de estos hermanos que asisten esta noche hay uno que tiene algo de luz, de sabiduría y mucho de fe y entendimiento, que os suplica hagáis la caridad de oírle unos momentos, ya que lo que os quiere contar está relacionado con el estudio del poder de la intuición y la plegaria que estabais desarrollando.

—Con mucho gusto le oiremos —dícesele.

—Dios os lo pague. Dejo paso a este hermano.

—Que la luz esplendorosa del Todopoderoso os acompañe cuando divulguéis las verdades que conocéis. Nunca tienen los seres más pureza que cuando saben elevar las plegarias a Dios, ya que si en ellas han puesto todo su empeño, su voluntad, su cariño y todo su poder de luz, en esa cuantía es oída la súplica y en esa cuantía es remediado el mal que solicita amparo o perdón. Nunca se engrandece más el ser, aunque esté encarnado, que cuando se arrodilla y, mirando con su alma hacia las grandiosidades del infinito, pide al Todopoderoso, según su imaginación y modalidad religiosa, para alcanzar su perdón, su amparo o su ayuda.

Su alma se engrandece y eleva, y también eleva a los que están junto a ella, toda vez que el bien se extiende a los demás cuando se ha recibido puro y en gran cantidad. Si os cansara, decírmelo.

—Al contrario, te oímos con mucha atención —se le contesta.

—Una de mis encarnaciones en el planeta Tierra fue en el siglo pasado. Era hijo de unos pescadores de un pueblo que se llama Betanzos, en el norte de vuestra patria. Desde pequeño me entusiasmaba mirar al mar. No solamente por razón del oficio de mi padre, sino porque yo notaba, sin poder explicármelo, lo que me enamoraba y atraía aquella grandeza. Bastantes tardes, cuando a fuerza de muchos ruegos, me llevaba mi padre en la barca a pescar, para mí era un acontecimiento extraordinario. Me quedaba mirando el horizonte, donde parece ser que se besan el mar y el cielo y, sin saber explicármelo, concebía la magnitud de aquella manifestación del poder divino. Cuando veía aquel torrente de luz que procedente del astro rey se estrellaba en las embravecidas olas, mi alma se ensanchaba, se engrandecía, quería penetrar en aquellas olas y confundirme con el agua y los rayos maravillosos que producían aquel sin igual espectáculo. Cuando me quedaba en tierra tenía la costumbre de ir a sentarme sobre unos acantilados, desde donde observaba el movimiento bullicioso y elegante, podríamos decir, de las olas en su trajín eterno. Cada vez me extasiaba más mirando cuando el sol rompe la quietud del agua y los cambiantes de luz me obligaban a cerrar los ojos, porque no podían mirar tanta luz y tanta grandeza.

Cada vez más entusiasmado, comencé a estudiar en la escuela algo de cartografía, según se podía estudiar entonces. Mi padre veía en mí no un pescador, sino un marino. Muchas veces, paseando por la fina arena, cuando venía de vez en cuando a besar mis pies alguna ola tranquila, elegante y señorial, me daban intenciones de arrojarme al mar y captar en sus profundidades, de una forma más clara y patente, la obra incomparable de Dios.

—Voy a aligerar mucho mi relato porque me estoy extendiendo demasiado.

—Al contrario, nos parece muy amena tu narración. Continúa, hermano.

Por fin llegó mi hora. Un día me llevó mi padre a un puerto que llamáis La Coruña, y me enroló de grumete en un mercante australiano. Mi primer viaje —no me da pena decirlo— me entristeció un poco al ver lo pequeño que yo era y lo grande que era aquel camino inmenso e interminable que surcaba el barco. Las operaciones de los grumetes ya las conocía.

Fui poco a poco estudiando el movimiento. Me fijaba muchísimo en las maniobras marineras, y cada vez más entusiasmado, más dichoso, me consideraba feliz con mi profesión, que era la que sentía mi alma. Al cabo de algunos viajes y de algunos años llegué a mayor. La enseñanza que había adquirido me sirvió mucho. Los capitanes que veían en mí que abrazaba con toda mi alma la profesión de marino, también se esforzaban en que conociera a fondo todos los secretos de la navegación. Pasé a una escuela, donde aprendí la Cartografía marina y demás conocimientos, y, resumiendo, llegué con el tiempo, mi experiencia y mis estudios a mandar un buque. Ese buque se llamaba «La Estrella Matutina». Nuestra misión era viajar desde España a América transportando víveres y trayendo de América los productos necesarios para nuestra patria. En mi vida de capitán supe siempre comportarme fielmente con los hombres a mi órdenes. Fui caritativo y severo, siempre correcto y respetuoso con su humildad para que ellos respetaran mi rango y mi cargo en el buque.

En uno de mis viajes a América, cuando estábamos pasando las costas de Terranova, vino una niebla densísima que me obligó a subir al puente, en donde estuve siete u ocho horas examinando lo que podía examinar del horizonte, observando los aparatos, que mal decían u orientaban la dirección, atisbando en todas direcciones cualquier señal o luces, como hacen todos los capitanes en estos casos tan difíciles. Cuando más preocupado me hallaba en mis observaciones vino el contramaestre a decirme:

—Mi capitán: siento mucho tener que comunicarle una mala noticia.

— ¿Qué ocurre? —pensé en alguna vía de agua o algo grave.

—Mi capitán, es que de los 32 hombres que componen la tripulación, 22 han comido unas conservas que estaban echadas a perder y están envenenados. El médico dice que es muy difícil salvarles porque ni tenemos medios ni medicinas convenientes, ni estamos próximos a dónde conseguirlas.

Yo, hermanos de mi alma, me quedé estupefacto. El sudor brotaba de mi frente más copioso que el agua fría con que me envolvía la niebla.

Subió el médico y me dijo: «Señor capitán, los hombres se mueren. Es preciso andar más de prisa y llegar a Quebec (Canadá), donde hay un hospital y podríamos salvarles.»

Yo, mirándoles, les dije: « ¿Cómo queréis que vayamos de prisa si la niebla nos aprisiona, si el buque no puede navegar, si las máquinas están medio paradas porque tememos chocar o tropezar con un arrecife, porque vamos a lo imprevisto y la «rosa de los vientos» no señala el rumbo como debiera y la densidad de la niebla es cada vez mayor?»

Entonces, en medio de gran desesperación por la situación tan difícil en que nos encontrábamos, bajé a mi camarote (yo siempre he sido creyente, continuamente he elevado mis plegarias a JESÚS para que El, mucho más puro que yo, las elevara al Todopoderoso). Allí, con el fervor de toda mi alma, me arrodillé y fue mi plegaria la siguiente: «JESÚS mío poderoso; Ser bendito, Hijo santo predilecto del Todopoderoso, Tú que siempre has sido mi guía; en las grandes tempestades, en los terribles tifones e imponentes tornados, siempre he recurrido a Ti y has salvado a mi barco y a los hombres que han estado bajo mi amparo y dirección. ¡¡Ampárame, Jesús mío, que podamos llegar a Quebec pronto y se salven estos hombres inocentes!!»

Terminé mi plegaria, en la que puse todo mi fervor y toda mi fe...

Y sentí una voz clara, terminante, pero con una melodía divina y dichosa, que me dijo:

—Sube y da la orden de que pongan el barco a toda máquina y dile al timonel que no se alarme.

Como lo oí, hermanos de mi alma que me estáis oyendo, subí y di la orden. El contramaestre, los oficiales y los maquinistas creyeron que me había vuelto loco, porque cuando se navega con niebla, lo más fácil es chocar o encallar.

Con gran autoridad, exclamé: «He dicho a toda máquina el buque!!», grité.

Empezamos a correr vertiginosamente. El timonel me llamó, asustado: «Mi capitán, mi capitán, el timón no obedece, el rumbo lo pierde, vamos a estrellarnos!!»

Entonces le dije yo humildemente: «Calla y obedece a Quien lo lleva, que tú lo que haces es aparentemente tu trabajo.»

Pasó una hora. Atravesamos los densos bancos de niebla a toda velocidad. Pudimos llegar doce horas antes a Quebec, desembarcar los enfermos, llevarlos al hospital y, allí, ya atendidos por los médicos y con los medios y medicación adecuada, a los ocho días estaban todos a salvo. La plegaria había sido oída por el Divino JESÚS, que la había transmitido al TODOPODEROSO.

Adiós, hermanos de mi alma, y que Dios os bendiga a todos. —Gracias, hermano, nos agradaría conocer tu nombre.

—Mi nombre fue Salvio Martínez; mi buque, «La Estrella Matutina».



Desde La Otra Vida

Una persona espiritual debe estudiar

Tomo textual esta reflexión por que la comparto plenamente.

ES OBLIGACION DEL MEDIUM EL EDUCARSE Y EDUCAR A LAS ENTIDADES CON LAS CUALES SE RELACIONA EN SUS TRABAJOS MEDIUMNICOS DE UNA U OTRA MANERA:
Una gran mayoría de las mediumnidades en nuestros” centros espirituales criollos” viene envuelta en gran variedad de sincretismos y costumbres religiosas y africanistas que absolutamente nada tienen que ver con el sano desarrollo de la Mediumnidad. 
Eso es una realidad observada por más de treinta años como director de reuniones.
La formación del Medium Espirita debe ser sana, educada, controlada.
Por un lado el Medium no debe interferir en la comunicación de la entidad con sus ideas y costumbres aprendidas. Una combinación de Animismo aprendido en otros centros y lugares religiosos, debe respetar en lo posible la pureza de las manifestaciones del espíritu.
Pero, por el otro lado: el Medium es también un espíritu encarnado, con conocimiento adquirido a través de estudio, de experiencias en esta y en otras existencias y debe mantener un PASIVO CONTROL en las manifestaciones de algunas de estas entidades que arrastran su bagaje cultural, costumbres, etc.
O sea, el Medium no es un autómata sujeto a los caprichos de las entidades espirituales. Tiene la OBLIGACION de EDUCARSE, de ESTUDIAR, de APRENDER, para así en el intercambio con el mundo espiritual, poder ayudar a estas buenas pero ignorantes entidades que toman (de dejarlas) posesión de la mediumnidad y voluntad del médium.
Nada de innecesarias volteretas, brincos, gritos, alaridos, adivinación, trabajos materiales o cualquier otro arrastre cultural que sea tanto del médium como de la entidad manifestante.
Eduquémonos para poder ser buenos trabajadores de LA LUZ.

Con amor espiritual,
Rey Formoso